Algo de lo que la humanidad puede
congratularse, es de haber inventado un sistema que separa a las personas que
significan un peligro para las demás. Los asesinos son delincuentes que deben ser castigados y apartados de la sociedad; sin embargo, aún y cuando exista una
víctima, la línea que marca cuando no es culpa de nadie y cuando si, no siempre
está muy bien definida.
Un sujeto que decide matar a otro, con el
objeto de quitarle su cartera o su reloj, es claramente un asesino que lucra
siendo un peligro para otros; debe estar en la cárcel. Sin embargo, hay casos,
como por ejemplo en un accidente automovilístico, aún y cuando eventualmente
hay víctimas, normalmente no se culpa al fabricante del coche por el lamentable
accidente.
Tanto el asesino como el fabricante de
autos, lucran y un tercero pierde la vida, pero la diferencia es muy
clara. La automotriz lucra porque
ofreció un producto que trae beneficios; aún y cuando conducir trae sus
riesgos, con las precauciones adecuadas, manejar resulta bastante seguro. El
automovilista consciente de los beneficios y los riesgos, decide adquirirlo y
lo usa de manera prudente, minimizando así el peligro de perder la vida. En el caso
del asesino, éste lucra mientras su víctima pierde la vida; la víctima cayó inocentemente,
en la trampa del agresor.
Desgraciadamente, hoy existe una
industria que fabrica productos que se parecen mas al caso del asesino que al
de los automóviles; me refiero concretamente al cigarro. En este caso, también,
alguien pierde la vida, pero hay situaciones que lo diferencian de un producto
lícito como el automóvil.
Los fumadores prueban el cigarro por
primera vez, porque ven que otros lo disfrutan, sin embargo, lo único que
disfruta el que fuma, es el alivio temporal de la ansia generada por la
adicción a la nicotina. El beneficio que aparenta el cigarro es una trampa.
Las tres substancias mas adictivas que se
conocen, son la heroína, la cocaína y la nicotina. Una vez usada cualquiera de
ellas, la víctima ya la necesita y poco puede hacer para dejarla, la mente del
usuario le juega trucos porque necesita más y más. El usuario de la nicotina,
ya no tiene control sobre fumar ó no, tiene que seguir aún y cuando existen
todas las evidencias que comprueban científicamente y sin lugar a dudas, que el
cigarro mata, provoca cáncer, enfisema y otras enfermedades. El fumador lo
sabe, pero es víctima de su adicción, poco está en sus manos.
El fabricante del cigarro sabe que vende
un veneno, que la gente lo usa por primera vez porque se le antoja experimentar ese "gozo" que viven los adictos al fumar. El fabricante sabe que
el cigarro es tremendamente adictivo y además lucra de todo esto. Con premeditación y plena consciencia, las cigarreras engañan, matan y lucran con esta práctica; a todas luces, un delito.
Todo fumador ha tratado alguna vez de
dejar el cigarro, pero la mayoría fracasa quedándose con un sentimiento de culpa
por no tener la suficiente fuerza de voluntad. La mente adicta los engaña con
triquiñuelas y vuelven a caer; a veces se imaginan que a ellos no les va a
hacer daño ó se resignan diciendo que de todos modos se van a morir de algo.
Seis millones de personas mueren al año, por
el cigarro, diez veces más que las víctimas por violencia; incluyendo guerras, terrorismo y asesinatos. Además, por si fuera poco, por cada víctima que cobra el cigarro, hay treinta más que viven con una
enfermedad consecuencia de dicha adicción.
El problema es que las empresas que
fabrican el cigarro son enormes, completamente institucionales,
cuyos dueños son fondos de inversión que solo buscan rendimientos por su dinero. Poco se puede hacer contra empresas que tienen un tremendo
presupuesto para mantener un ejército de abogados dedicados a defender la
sobrevivencia de la misma. Quinientos billones de dólares es la venta de cigarros, cada año en el mundo.
Todos tenemos a alguien querido que fuma
ó que lo mató el cigarro; frustrante. ¿Que nos queda? Quedarnos con los brazos cruzados es
convertirnos en cómplices de este crimen, es seguir viendo con impotencia como
se muere gente cercana por esta injusticia.
Personalmente, creo que no estamos
perdidos. Yo tengo fe en que SI es posible lograr un cambio de tendencia. Mi
propuesta consiste en dos acciones:
- Difundir la verdad, cambiar las campañas anti-tabaco por otras que exhiban públicamente por un lado el engaño con el cual la gente se engancha creyendo que el que fuma “disfruta” cuando la realidad es que solo alivia temporalmente su adicción y por otro lado, difundir también la forma en que se conforma esta manera ilícita de ganar dinero por parte de las cigarreras.
- Cabildear la implementación de un impuesto especial a la tenencia de acciones de empresas productoras ó comercializadoras de productos altamente adictivos y a la vez nocivos para la salud. Cualquier accionista de una cigarrera, deberá pagar cada año, un impuesto anual progresivo hasta llegar al 5% del valor sus acciones al erario público.
Este artículo lo escribo porque en la
empresa donde trabajo, cada año llevamos a cabo campañas de salud, donde
ofrecemos, entre otras cosas, técnicas y ayudas para que nuestros empleados
dejen de fumar. Afortunadamente algunos lo logran, pero la mayoría no. Una de
las personas que el año pasado participó, trató de dejarlo y no pudo, esta
semana no se presentó a trabajar; tiene incapacidad de 28 días que normalmente
se le da a los pacientes que reciben quimioterapia.